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Hace más de 100 años Inés Rosales “tuvo la valentía de salir de su casa en Castilleja de la Cuesta para irse con su canasto lleno de tortas hasta la casa de postas de La Pañoleta”, rememora Ana Moreno. En este cruce de caminos comienza la exitosa historia de la comercialización de una empresa que es emblema de la alimentación mediterránea andaluza y marca España, que actualmente exporta desde su fábrica en Huévar del Aljarafe a nada menos que 38 países.

 

Ana Moreno Pedrosa

Responsable institucional y de marca, comunicación y sostenibilidad de la empresa Inés Rosales.  Huévar del Aljarafe

“La torta tostada, y con el 24% del mejor conservante, el aceite de oliva virgen extra, aguantaba los caminos hace un siglo; y los continúa aguantando. Por eso estamos en tantos países. Inés Rosales fue una visionaria y una emprendedora valiente, supo reconocer que tenía entre las manos un producto diferente, de calidad, durabilidad y singularidad. Un producto gourmet, artesano, que ella democratizó, y que aún se sigue vendiendo a precio popular, a pesar de ser un alimento premium por el que en Estados Unidos pueden llegar a pagar hasta 8 dólares”.

Un ejemplo para las emprendedoras rurales de hoy

Reconocer la fortaleza de tu producto o servicio, como más de un siglo atrás hiciera Inés Rosales, es para Ana Moreno, responsable institucional y de marca, comunicación y sostenibilidad de la empresa, una baza imprescindible para las actuales emprendedoras del medio rural.

Otros factores que suman, según Moreno, son la competitividad, la profesionalidad y la eficacia, una característica estrechamente “unida al perfil femenino”. “Nosotras somos muy eficaces, muy prácticas en algunas cosas. En nuestra empresa, que tiene una plantilla muy feminizada, en la parte artesanal se hace un trabajo constante, y eso no lo soporta cualquiera. Un trabajo rutinario, aplicando siempre el esmero en la elaboración de 300.000 tortas diarias. Hechas a mano con ingredientes naturales y una receta tradicional. Cada una de ellas, única”.

En el inicio del emprendimiento, afirma Moreno, “es bueno tener claro la dimensión y diferenciación de tu producto y saber hasta dónde puedes llegar. También es importante aprovechar herramientas como las nuevas tecnologías, las ayudas y todas las oportunidades que se presenten, y nunca dejar de aprender. Mis hijos me preguntan cuándo se deja de estudiar, y yo les respondo que nunca”.

Ana Moreno anima, asimismo, a intercambiar experiencias y aprender de lo que hacen otros. Para ello, “tienes que salir mucho a copiar. A mí me gusta mucho copiar, y lo digo sin vergüenza. Se aprende mucho de las experiencias y prácticas de otros. Salir es una inversión que hay que aprovechar y la escucha activa también es muy importante”.

Teléfono nº 30: “La fundadora quería crecer”

La familia Moreno Pedrosa se hizo cargo de Inés Rosales hace casi cuarenta años. Su padre, que era (“y es”) marino mercante necesitaba echar ancla en tierra por el nacimiento de Ana, “para conciliar”. Desde entonces, asevera esta empresaria rural, “adquirimos también una responsabilidad con esta marca y con la propia Inés Rosales, responsabilidad que representa el teléfono 30, que está impreso en el papel que envuelve cada torta”.

“Ella solicita la línea de teléfono en el 1929, un par de años después de la creación de Telefónica porque decide que tiene que estar en contacto con el resto del mundo para recibir pedidos. No se limita a la comodidad de lo cercano, a su área de confort. Inés Rosales hace más de un siglo ya quería crecer. La marca está registrada desde el año 1939 como las ‘legítimas y acreditadas’, nuestra tarjeta de visita”.

Por todo ello, la emprendedora de Castilleja ha sido un referente empresarial femenino, y continúa siendo toda una inspiración para Ana, su hermana Juana y esta empresa familiar que tiene una dilatada y reconocida trayectoria de internacionalización gracias a esa fuerza y apuesta que insufló desde los inicios su fundadora. “En el mundo de la empresa tienes que apostar porque hay cosas que no están en un Excel”.     

Para Ana, el éxito y la evolución también es fruto de “la inquietud, la creatividad y la agilidad, que para mí son las patas de una pequeña empresa. De hecho, en Inés Rosales, la agilidad y la tensión creativa son el motor de la excelencia, lo que hace que nunca estemos satisfechos porque pensamos que siempre todo se puede hacer mejor, y esa búsqueda de la excelencia también hace que la sostenibilidad sea una obligación”.

La sostenibilidad como bandera

“La sostenibilidad está en la sensibilidad de esta marca, y nuestra hoja de ruta es la Agenda 2030 y sus objetivos de desarrollo sostenible (ODS). Ahí está nuestro guion, y en la cultura de estar orientado a crear un mundo mejor”. Una apuesta que se ha materializado en el uso de energías renovables y la eficiencia energética, la comercialización en tarrinas de rPET (material que tiene menos huella de carbono que el cristal), y la reducción de recursos tan valiosos como el agua (ODS 13 y ODS 6).

También en otros ODS como el del desperdicio cero (ODS 12), combinado con la solidaridad, que localizan a través de la donación de la producción rota o defectuosa en sus “Repartos con dosis de amor”; la compra de materia prima o servicios de cercanía o la proximidad con los productores agrícolas (ODS 3). “La compra de suministros es muy importante para nosotros. Nuestra harina y nuestro aceite son claves. De ahí la cercanía y especial sensibilidad de la empresa hacia el trabajo que realizan nuestros productores agrícolas”.

Inés Rosales también proporciona al territorio empleabilidad (ODS 5), especialmente femenina (el 87% de la plantilla está formado por mujeres); y visibilidad con la promoción, pionera en la comarca, del turismo industrial (ODS 9). Gestionamos unas 8000 visitas gratuitas al año en fábrica. Y sobre todo, afirma Ana Moreno, “nuestro compromiso como marca en la elaboración de productos excelentes, que aportan valor a la cadena de alimentación saludable” y contribuyen al bienestar y salud de quienes lo consumen a lo largo y ancho del mundo.

Proyecto "Mentoring: apoyo al emprendimiento femenino" del Grupo de Desarrollo Rural Aljarafe-Doñana  (ADAD), subvencionado por el FEADER de la Unión Europea y la Consejería de Agricultura, Pesca, Agua y Desarrollo Rural de la Junta de Andalucía